En este momento, no siento nada. No siento la pérdida, ni la alegría. No siento el aire, ni la felicidad, solo siento el peso del minutero como se clava en mi pecho y se hunde, atraviesa y no sangra.
He cambiado de reloj, la pulsera se rompió, pero el minutero siguió corriendo, atravesando aún más la herida que dejará hueca, vacía… Ni el mar en lágrimas, ni el desconsuelo ni los recuerdos podrán llenarla. Porque, el tiempo seguirá hiriendo otra carne que no es la mía y un día mi carne recordará de nuevo, como siempre, el último hueco que su urdió en mi cuerpo. Diría el alma, pero me cuesta pensar en ella.
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