miércoles, 25 de marzo de 2009

Mundo del Fin del Mundo. Luis Sepúlveda


Dedicatoria del autor:

A mis amigos chilenos y argentinos que defienden la preservación de La Patagonia y de la Tierra del Fuego. A su generosa hospitalidad
A los tripulantes del nuevo Rainbow Warrior, nave insignia de Greenpeace
A Radio Ventisquero de Coyaique, la voz del mundo del fin del mundo

Fragmento:

En la costa de Isla Alberto se congregaban miles de aves marinas y rapaces venidas desde las pampas patagónicas. Daban cuenta de los restos de la carnicería. Se podía distinguir con nitidez las osamentas de muchas ballenas y otras menores, acaso de delfines o de los infortunados tripulantes del Nishin Maru.
Recordé que llevaba una cámara fotográfica. Consulté al capitán Nilssen si podía hacer unas tomas, y me respondió con voz cansada:
-Eso lo debe decidir usted.
Pedro Chico me miraba. Recién descubrí que el gigante tenía unos ojos azules intensos y que, al volver la vista a la mar cubierta de despojos, una expresión de infinito dolor se apropiaba de su semblante. Guardé la cámara.
-Pedro, ¿usted se explica por qué lo ayudaron las ballenas y por qué no se defendieron antes?
Pedro Chico respondió sin apartar la vista de la mar.
-Por mi patrón sabrá que soy alacalufe. Nací en la mar y sé que hay cosas que no pueden explicarse. Son, no más. Mi gente, los pocos que quedan, aseguran que las ballenas no saben defenderse y que son los únicos animales compasivos. Cuando boté la panga y remé hacia el ballenero sabía que los tripulantes me atacarían y que las ballenas, al verme indefenso, atacado por un animal mayor, no vacilarían en acudir en mi defensa. Así ocurrió. Tuvieron compasión de mí.
-¿Y qué pasará con las ballenas que quedan?
-Se irán. La calderón que nos escoltó es un macho expedicionario. Buscarán otras ensenadas, otros fiordos por el sur, cada vez más al sur, hasta que se les acabe el mundo - terminó Pedro Chico moviendo con suavidad el timón.
-Bueno. Ya lo vio. Puede escribir lo que quiera -dijo el capitán Nilssen y agregó-: No olvide mencionar el Finisterre. Los barcos que han conocido el sabor de la aventura se enamoran de los mares de tinta y navegan a gusto en el papel.

Recoveco del libro, 25 de febrero de 2009

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